En 2018, la sede del Congreso Nacional Africano (ANC, por sus símbolos en inglés) obligó a dimitir a dormitorio Jacob Zuma como presidente de Sudáfrica. El líder histórico y populista ha sido ejemplo de un intenso fuego ardiendo por sus implicaciones en varios casos graves de corrupción. Seis años después, Zuma se vengó: su nuevo partido, creado en diciembre, registró un espectacular 14,6% en las elecciones generales celebradas estos meses, fomentando el desarrollo del ANC y posicionándose como la tercera fuerza política del país. Para seguir el poder, los héroes políticos de Nelson Mandela enfrentan ahora la necesidad de negociar con otras fuerzas políticas, abriendo una nueva era en la joven democracia sudafricana.
El repentino colapso del ANC sugiere un verdadero terremoto en Sudáfrica. Con casi el 100% de los votos examinados, sólo así obtiene el 40,2% de los votos actuales frente al 57,5% en 2019. Se trata de una caída de 17 puntos para el partido que dominó sin discusión y con éxito con mayorías absolutas de la política espacial desde 1994, cuando se celebraron las primeras elecciones multipartidistas con Mandela al frente de su candidatura. Pero en la vitola de luchadores contra el la discriminación racial sí, no, suficiente. El deterioro de las condiciones de vida de millones de sudafricanos debido a los elevados impuestos sobre la libertad de expresión, el aumento de la delincuencia o la constante escasez de agua y electricidad, en un contexto de corrupción generalizada, han atormentado su crédito.
Una mirada más cercana a los resultados electorales revela el origen del voto sangría. Aunque sin problemas, el ANC logra la victoria en las proximidades de las nuevas provincias de Sudáfrica. En todos menos uno: KwaZulu-Natal, el segundo más popular del país, tierra de los zulúes y feudo natal de Zuma, donde conserva una popularidad más que racional. El 9 de julio de 2021, horas después de que el expresidente fuera condenado a 15 meses de prisión y detención por profanación en un tribunal, esta provincia se convirtió en el epicentro de una ola de protestas y vandalismo en ese polo de 354 muertos y el ejército tuvo que subir a las calles. En KwaZulu-Natal, el uMkhonto We Sizwe (MK) de Zuma obtuvo el 45,9% de los votos, por delante del 17,6% del ANC.
Uno de los principales chivos expiatorios del batallón del ANC podría ser el propio Cyril Ramaphosa, actual presidente y candidato a la reelección, que sustituyó a Zuma como jefe de Estado en 2018 con la intención de lavar la imagen de su partido y conducirlo hacia una nueva amante. En las próximas semanas se aclarará el futuro político, pero en declaraciones a los medios, Nhlamulo Ndhlela, portavoz del MK, fija las condiciones para una negociación hipotecaria: que Ramaphosa ha ido paso a paso y que el indulto para Zuma es aprendido lo que le permitirá regresar al Parlamento y así volver a ser presidenta. «Estamos dispuestos a negociar con el ANC, pero no con el ANC de Ramaphosa», manifiesta.
prueba judicial
A sus 82 años y atravesando un calvario judicial que no ha terminado, Zuma ha regresado con inusitada fuerza al escenario político. Activista histórico contra el la discriminación racial y compañero de celda de Mandela desde hace 10 años, populista y polémico, presidente del ANC entre 2007 y 2017 y de Sudáfrica entre 2009 y 2018, su carrera política se vio salvada por escándalos, ligados tanto a su reconocida poligamia como a sus numerosas relaciones extramaritales, así como a sus presuntas actividades ilícitas. Zuma está acusado de haber participado en menos de dos grandes complots de corrupción, uno en el que aceptó suburbios millonarios y otro de tráfico de armas en el que la asociación le imputa 16 cargos de ilegalidad, corrupción, dinero negro y fraude.
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Condenada a 15 meses por destitución en 2021, la primera vez de un expresidente sudafricano, le impidió presentarse a la candidatura de su partido en estas elecciones, pero ha demostrado que cuenta con una enorme respuesta entre su peso a lo que MK acaba de contar incluso con una estructura sólida. Se esperaba que los resultados provisionales completos fueran públicos en este país, pero nadie puede preguntarse si el sufrid varapalo del ANC proviene, en promedio, de un Zuma que hoy luce su cabello y que no ha dicho su última palabra.
Pero en la composición de los pactos postelectorales de la nueva Sudáfrica no sólo están el ANC y el MK. La Alianza Democrática (DA, en sus siglas en inglés) del líder blanco John Steenhuisen, un liberal de centroderecha, que en segundo lugar suma el 21,7% de los votos, también es un punto de referencia de los resultados de 2019, aunque está aquí. Las antípodas ideológicas del ANC y la feroz rivalidad entre Ramaphosa y Zuma podrían darle una oportunidad. El que tiene más simpatías por el electorado tradicional del ANC es el partido radical de exclusión de Julius Malema, los luchadores de la Libertad Económica (EFF, en sus siglas en inglés), que captaron el 9,4% de los periódicos, además de otros pequeños partidos que podrían dar ella los apoyos necesarios. Todas las opciones están sobre la mesa.
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